Ya no soy mas pino del monte,
ni piedra, ni rana,
ni siquiera una moñiga seca del camino.
Mucho menos las flores,
mariposas y libélulas.
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Me busqué donde crecen los escaramujos,
al arrullo del río,
sobre la yerba verde.
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Recogí anavias y fresas,
bebí el agua fresca de las fuentes
y también de los arroyos.
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Comí crudas las setas.
No pude estar tan equivocado.
Si he visto cigüeñas y tórtolas
también vi el lento huir de un escuerzo.
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